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22. El Espíritu de Profecía

Creemos que en el Antiguo y en el Nuevo Testamento Cristo habló a su iglesia por medio de sus profetas. 2 Crónicas 20:20; 2 Pedro 1:19-21; Hebreos 1:1-3.
Las enseñanzas impartidas por el don de profecía tienen su origen en el cielo, y son la voz de Dios a su pueblo. El Señor ha dado este don a su iglesia para que sea respetado y obedecido, y llega a nosotros bajo la dirección del Espíritu Santo.
Según Apocalipsis 12:17 y 19:10, el Señor ha prometido el don de profecía a la última iglesia que guarda los mandamientos de Dios; y en cumplimiento a esta profecía el Señor suscitó este don entre su pueblo. Desde el año 1844 Dios utilizó a Elena G. de White como su mensajera para manifestar su voluntad a la iglesia y al mundo que perece. Por su obra oral y escrita, incontables personas han hallado el camino de la paz con Dios.
Todas las características que identifican a un profeta llamado por el Señor, como fidelidad a la Palabra de Dios, fe en Jesús como Salvador, reconocimiento de los Diez Mandamientos y el fruto del Espíritu Santo, las encontramos en la vida y obras de esta mensajera de Dios; y su posición en relación a la Biblia la explica ella misma con las siguientes palabras:
“En su Palabra, Dios comunicó a los hombres el conocimiento necesario para la salvación. Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de su voluntad. Constituyen la regla del carácter; nos revelan doctrinas, y son la piedra de toque de la experiencia religiosa. ‘Toda la Escritura es inspirada por Dios; y es útil para enseñanza, para reprensión, para corrección, para instrucción en justicia; a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, estando cumplidamente instruído para toda obra buena’ (2 Timoteo 3:16, 17, V.M.).” –El Conflicto de los Siglos, pág. 9.
En la iglesia de Dios han habido épocas en las que no sólo los hombres fueron llamados, sino también mujeres fieles para transmitir al pueblo de Dios mensajes y amonestaciones de importancia para la vida y la salvación. Por ejemplo: María (Éxodo 15:20), Débora (Jueces 4:4), Hulda (2 Reyes 22:14-16), Ana (Lucas 2:36), las hijas de Felipe (Hechos 21:9).
Por lo tanto, la verdadera iglesia estimará altamente este don, y recibirá y obedecerá con gratitud las enseñanzas que el Señor ha dado.
Cuando una iglesia desestima o menosprecia este don, menosprecia el camino por el cual Dios desea conducirla con seguridad y bendecirla. Proverbios 29:18; 2 Crónicas 20:20.

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